Este mes Laura nos concedió una entrevista en la que pudimos conocerla mejor. “Jarla”, apodo que combina su apellido y su nombre es una joven madrileña de 18 años con los pies en la tierra y la mirada puesta en el horizonte.
Desde pequeña, ha sentido una conexión especial con la naturaleza, explorando la montaña y haciendo senderismo con sus padres. Viajar es para Jarla su refugio, una forma de desconectar del ajetreo diario y reconectar consigo misma.
Más allá de su pasión por la exploración, Jarla encuentra cobijo en la escritura y la composición. Para ella, el arte es un medio para expresar sus emociones más profundas y compartirlas con otros.
¿Cómo llegan los programas Ubuntu a tu vida?
Conocí la filosofía Ubuntu y los proyectos desarrollados en 2022, gracias a Fundación Tomillo. En ese momento yo era parte de “Oportunidad al Talento”, un programa becado orientado al desarrollo de habilidades como el liderazgo, la empatía y la visión global por parte de jóvenes provenientes de situaciones socioeconómicas desfavorecidas.
Las Escuelas Ubuntu llegan a mí como una oportunidad de expandir mi aprendizaje y mejorar mi preparación personal de cara al futuro.
¿Qué fue lo que te llamó la atención para decidirte a participar en este programa?
Desde siempre me he considerado “culo inquieto”, es decir, he tratado de aprovechar cada experiencia que se me ofrecía y apuntarme a cada idea que se me ocurría.
Decidí apuntarme al programa para probar. Me describieron brevemente de qué trataba e inmediatamente me sentí súper conectada con su propósito e ideología.
¿Cuál fue tu primera sensación cuando llegaste el primer día?
El primer día inicié con muchos nervios, algo común en mí. Es cierto que había investigado un poco sobre qué era Ubuntu, pero la incertidumbre no se había desvanecido por completo. Estaba nerviosa por qué no sabía exactamente qué esperar o cómo iba a influir en mí.
Y según fueron avanzando los días, cuéntanos tu experiencia, lo que tú quieras compartir
Antes de empezar no pude evitar generar algún juicio, algo humano, sobre el programa. Pensé qué tal vez era la típica charla sobre generosidad y humildad que, aunque muy sincera, tendía a la superficialidad y a tocar los mismos temas desde las mismas perspectivas de siempre. Estaba equivocada.
Según iban pasando los días tenía más claro que no quería que la experiencia acabara, quería parar el tiempo. La forma en la que los dinamizadores se expresaban, en la que los compañeros se abrían… Todo fomentó la creación de un espacio muy familiar y seguro. Te sentías querida y con ganas de querer a los demás. Nunca había experimentado que me fuera indiferente si había despertado de mal humor o me había ocurrido algo negativo el día anterior, era llegar allí, escuchar a los demás y se me formaba una sonrisa.
Y ya no solo a nivel emotivo, sino también los contenidos que se tratan y sobre todo la manera en la que se transmiten hacen de las Escuelas Ubuntu algo muy único.
El momento que más destacarías de todo el programa ¿Cual fue? explícanos
Para mí uno de los momentos más especiales fue una actividad que se basaba en pegarse en la espalda un folio en blanco, caminar e ir dejando mensajes a los demás.
Básicamente es cambiar lo establecido. Muchas personas pasan la vida hablando mal de otros a sus espaldas, hacer lo mismo de forma literal pero esta vez con una intención de cariño y cuidado me hizo romperme a llorar.
Algo que te haya parecido original
Cuando comenzamos a trabajar la dimensión de la construcción de puentes, entramos al aula y encontramos las paredes repletas de fotografías de puentes. Cada uno se ubicaba en un país diferente, tenía formas distintos, entornos distintos, colores distintos. Sentía que estaba en un museo.
La actividad trataba de observar esos puentes con detenimiento y elegir tu favorito, pero iba más allá de seleccionar aquel que te pareciera más bonito estéticamente, trataba más bien de identificarse con uno. Lo que me pareció más curioso fue observar a los demás compañeros y ver por cual se decidían. Al final, cada uno debía posicionarse frente al puente que hubiera elegido y explicar a los demás por qué era su preferido.
Me pareció una idea súper original e interesante. A día de hoy aún recuerdo el puente de raíces de la región de Cherrapunji, el cual sigue siendo mi favorito.
¿Para qué te ha servido a ti haber participado en este programa Ubuntu?
Las Escuelas Ubuntu me ayudaron a dejar atrás muchos juicios, a entender que aún me quedaba mucho camino por recorrer. Desde pequeña he tenido fuertes convicciones morales que me permitían clasificar inconscientemente a las personas en buenas o malas, sin término medio ni escala de grises.
No es que haya pasado mucho tiempo desde que realicé esta formación, pero la etapa adolescente es bastante ajetreada emocionalmente y en poco tiempo puedes aprender mucho más de lo que creías posible. Definitivamente significó un punto de inflexión en mi forma de percibir a otros, nadie es el malo en su propia historia. Las personas actúan de la forma que han aprendido a actuar en base a sus situaciones concretas de vida, a su entorno, a su educación; y por mucho que creas que alguien está haciendo algo malo, esa persona solo cambiará si en algún punto de su vida ella misma considera los mismos criterios que tú empleaste a la hora de hacer ese juicio. Puedes expresar a alguien tu disconformidad, pero por mucho que te esfuerces en castigar o “echar la bronca”, no servirá de nada si el receptor no se encuentra en el momento de entenderlo.
No se trata de pensar que todos son buenos y permitir a cada persona que se cruce en tu vida quedarse a tu lado, pero tampoco de tomar a todos por malos y hacer lo contrario. Consiste en observarlos simplemente como personas, sin etiquetas, lo bueno y lo malo (o lo medianamente bueno o malo) son grados que se pueden relacionar con acciones, no con personas, porque los humanos cambiamos constantemente.
Elige quedarte con quienes te hagan sentir bien contigo misma y con tus valores.
¿Por qué recomendarías a otros jóvenes o profesionales que trabajan con jóvenes participar en este programa?
Algo que me sorprendió del programa fueron las diferencias que encontré en relación a la enseñanza en colegios e institutos por la que pasamos la mayoría de jóvenes, sobre todo la cuestión de no obligar a nadie a hablar.
Desde el minuto cero, lo primero que se nos transmitió fue que nadie estaba obligado a expresar nada que no quisiera. La participación es valorada porque ayuda a otros a aprender de esa interacción, pero no significa que seas peor que otro por sentirte incapaz de contar tu historia o compartir algo que consideras personal.
Creo que quienes trabajan con jóvenes tienen un papel muy importante porque su labor trasciende en el tiempo, están formando a las nuevas generaciones. Si queremos adultos responsables, empáticos, resilientes y conscientes, necesitamos que quienes hayan enseñado a estos adultos hayan tenido el aprendizaje interno suficiente como para poder haberles transmitido todas esas cualidades.
¿Cuál de las 3 dimensiones que trabaja el programa te llamo más la atención: ¿la ética del cuidado, el liderazgo de servicio o la construcción de puentes? Y explícanos por qué desde tu punto de vista
Las tres dimensiones son importantes en la formación, pero personalmente, la que más impacto tuvo en mí fue la ética del cuidado. La frase “Yo soy porque Tú eres” me dejó marca.
¿Qué puede aportar Ubuntu en este momento al mundo?
En una actualidad tan polarizada y llena de violencia se necesitan personas seguras que estén llenas de todo lo contrario: respeto, escucha, compasión, etc.
Un referente Ubuntu que te inspire…. y cuéntanos por qué.
Shirin Ebadi es mi referente preferida hasta el momento. Esta admirable mujer iraní, a pesar de haber sido obligada a dimitir de su cargo de jueza debido a su género, fundó el Centro para la Defensa de los Derechos Humanos de Irán. A través de esta organización, brindó asistencia legal a víctimas de abusos y violaciones de derechos humanos. Incluso después de recibir el Premio Nobel, las amenazas la forzaron al exilio, pero eso no detuvo su lucha.
Lo que más me inspira de Shirin Ebadi es su capacidad para superar las dificultades sociales y legales que enfrentan las mujeres en Irán y en muchos otros lugares. A pesar de estos desafíos, logró estudiar, ejercer como jueza y dedicarse a la defensa de los derechos humanos. Una de sus frases que más me impacta es: “La lucha por la justicia es una lucha constante, pero nunca debemos rendirnos”. Shirin es un ejemplo de resiliencia, defendiendo siempre lo que consideraba correcto, incluso cuando su vida estaba en peligro.
Muchas gracias Jarla, un regalo contar contigo en el boletín de este mes.