Nace en 1910 en Skopie, en la actualidad República de Macedonia. Siendo aún una niña ingresa en la Congregación Mariana de las Hijas de María, donde inició su actividad de asistencia a los necesitados. Conmovida por las crónicas de un misionero cristiano en Bengala, a los 18 años abandona su ciudad natal y se marcha a Dublín para profesar en la Congregación de Nuestra Señora de Loreto.
Como quería ser misionera en la India, viaja a Bengala donde cursa estudios de magisterio y elige el nombre de Teresa para profesar. Funda la congregación de las Misioneras de la Caridad en Calcuta en 1950. El objetivo de esta congregación era ayudar a “los más pobres de los pobres”. En una ocasión comentó:
“Para nosotras no tiene la menor importancia la fe que profesan las personas a las que prestamos asistencia. Nuestro criterio de ayuda no son las creencias, sino la necesidad. Jamás permitimos que alguien se aleje de nosotras sin sentirse mejor y más feliz, pues hay en el mundo otra pobreza peor que la material, el desprecio que los marginados reciben de la sociedad, que es la más insoportable de las pobrezas”
Sintió la compasión y el sufrimiento del otro como propio. Con empatía acompañó a las personas que más sufrían en su camino, cuidándoles y acompañándolos, siempre desde el respeto y el amor. El amor, solía mencionar, no es ajeno a los vulnerables.
Creía tanto en lo que hacía, que llegó a convencer al papa Juan Pablo II de que abriera un albergue para indigentes en el mismo Vaticano. También convenció a personas de distintas religiones: musulmanes, hindúes, budistas, etc., para que colaboraran en su proyecto.
En 1979 le conceden el Premio Nobel de la Paz. Fallece en 1997 en Calcuta, India.
Su legado más importante ha sido convertirse en un ejemplo inspirador y en la prueba palpable y viva de como la generosidad genera esperanza y reduce la tasa de sufrimiento del mundo.
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